Autor: Miguel Ángel Pérez

Hace aproximadamente un año, compartíamos en este foro la historia de Sonia Vallabh y su marido, Eric Minikel. En aquel momento, os contamos como Sonia descubrió a los 27 años que era portadora de una mutación genética que provocaría, en algún momento de su vida, el desarrollo de una enfermedad priónica. Fue entonces cuando ella y su marido dejaron de lado sus respectivos puestos de trabajo y se dedicaron a la búsqueda de una terapia. A día de hoy, Sonia tiene 35 años y acaba de realizar un avance que le acerca un poco más a su objetivo.

El grupo científico donde Sonia y Eric trabajan, establecido en Hamilton (Montana, Estados Unidos) comenzó a utilizar oligonucleótidos antisentido (ASOs; del inglés antisense oligonucleotides) diseñados por la empresa Ionis Pharmaceuticals hace un año, cuando observaron el potencial terapéutico que estas moléculas podrían tener sobre las enfermedades priónicas. Gracias a la similitud en secuencia genética de estas moléculas con el material genético que posteriormente da lugar a la proteína priónica, los ASOs son capaces de unirse a dicho material y bloquear el proceso de producción de proteína priónica. ​A pesar de que obtuvieron resultados preliminares bastante positivos, se encontraron con algunos problemas en los estudios con animales. Algunos de ellos fueron la toxicidad y, sobre todo, la vía de administración del fármaco en los animales.

Este problema parece haberse solventado desde que administran las moléculas antisentido formando una masa de liberación lenta que inoculan en el ventrículo cerebral de los ratones. Aplicando esta metodología, han podido completar sus primeros estudios en ratones utilizando las dos moléculas antisentido que mejor funcionaron en sus estudios in vitroASO 1 y ASO 2. Utilizando una dosis segura, ambas moléculas fueron capaces de reducir los niveles de proteína priónica en ratones sanos.

A la vista de este resultado, testaron la profilaxis de las dos moléculas antisentido, administrándosela a los ratones dos semanas antes de infectarlos con priones. Ambas moléculas consiguieron retrasar la aparición de signos clínicos en más de un 82%, extendiendo el período de vida de los animales hasta un 76%. Este resultado es muy positivo, pues demuestra la capacidad profiláctica de estas moléculas, que podrían ser una opción terapéutica interesante para los casos de enfermedad genética. Cuando probaron dichas moléculas en ratones infectados previamente, comprobaron que los signos clínicos se retrasaban 250 días en ratones a los que se les había administrado ASO 1 y hasta 272 días para el grupo tratado con ASO 2. Al compararlos con el grupo de ratones no tratados con moléculas antisentido, esto supuso un aumento del 81% de la supervivencia de los ratones tratados con ASO1 y casi un 98% en los tratados con ASO 2.

Estos prometedores resultados fueron respaldados por el Broad Institute de Cambridge (Massachusetts, Estados Unidos). Como siguiente paso, el equipo científico planea comenzar a estudiar el efecto de estas moléculas antisentido (ASOs) en enfermedades causadas por priones humanos y otras enfermedades del sistema nervioso, como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), la enfermedad de Alzheimer y la enfermedad de Huntington.

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