Autor: Hasier Eraña

Además de las enfermedades priónicas o encefalopatías espongiformes transmisibles (EETs) que afectan a seres humanos (como la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, el Insomnio Familiar Fatal (IFF) o el síndrome de Gerstmann-Sträusler-Scheinker), se han descrito diversas patologías priónicas en varios mamíferos. Muchas de ellas fueron consecuencia de la ingestión de animales afectados o de piensos basados en harinas cárnicas contaminadas con el agente causante del mal de las vacas locas (o encefalopatía espongiforme bovina) que se administraron en zoos y granjas durante la década de los 90. Entre ellas, destaca la enfermedad conocida como la variante de Creutzfeldt-Jakob que afecta a seres humanos y que activó todas las alarmas de salud pública europeas, ya que demostró el potencial zoonótico (la capacidad de una enfermedad animal de transmitirse a seres humanos) de las EETs.

Aunque no todos los priones de animales muestran dicho potencial, la crisis de las vacas locas tuvo el efecto de incrementar la vigilancia sanitaria de los animales destinados a consumo humano y en los que se habían descrito enfermedades priónicas. Este es el caso de la enfermedad de scrapie o tembladera de ovejas y cabras. A pesar de que se conocen desde hace más de 200 años, nunca se ha descrito transmisión a humanos. Aun así, durante décadas se han llevado a cabo programas de cría selectiva para tratar de erradicar la enfermedad por su importancia económica en la industria del ganado ovino.

Además de la enfermedad de las vacas locas y la tembladera de las ovejas, hasta ahora, sólo se había descrito otra enfermedad priónica que aparecía y se transmitía de forma natural en animales, la enfermedad debilitante crónica en cérvidos. Aunque solo se describió en un estado de EE. UU. en la década de los 60, hoy en día se ha extendido a más de 20 estados y hace poco más de dos años se encontraron los primeros casos en el norte de Europa. Igual que con la enfermedad en ovinos, nunca se ha descrito su transmisión a humanos, aunque los investigadores insisten en la importancia de la vigilancia activa para evitar la posibilidad de una futura zoonosis.

Sin embargo, este mismo mes de mayo, la revista especializada Emerging Infectious Diseases (Enfermedades infecciosas emergentes, del Centro de control de enfermedades de EE.UU.), ha publicado un artículo de unos investigadores argelinos que han descrito una nueva enfermedad priónica, en este caso en dromedarios (enlace al artículo). El estudio describe la detección de una nueva encefalopatía espongiforme en tres dromedarios llevados al matadero de Ouargla y que no parece tener relación con la encefalopatía espongiforme bovina ni la enfermedad ovina. Además, realizan un estudio retrospectivo y calculan que desde 1980 alrededor del 3% de los dromedarios llevados a dicho matadero mostraban signos neurológicos compatibles con una EET. Desgraciadamente, no se ha podido analizar ninguna muestra más, dado que no hay ninguna normativa que exija la vigilancia activa en Argelia. De nuevo, nos encontramos ante una nueva enfermedad priónica de potencial zoonótico desconocido y de gran relevancia económica en el norte y este de África, Oriente medio y parte de Asia. Una vez más, resulta evidente la necesidad de evaluar el riesgo que supone para los seres humanos de cara a evitar una crisis similar a la de las vacas locas y de desarrollar políticas de vigilancia para limitar su expansión, como ha sucedido en las últimas décadas con la enfermedad debilitante crónica de cérvidos.