Autor: Jorge Moreno

Como muchos de nuestros lectores habituales ya sabrán, las enfermedades priónicas son un grupo de enfermedades neurodegenerativas con una característica muy poco común: la capacidad para infectar a otros individuos de la misma o de otra especie. Esta capacidad infecciosa, como hemos comentado en anteriores publicaciones en esta misma página web, es muy limitada y en ningún caso supone un riesgo para los cuidadores de los pacientes de enfermedad de Creutzfeldt-Jakob espontáneo (sCJD) o genético (gCJD), Insomnio Familiar Fatal (FFI) o enfermedad de Gerstmann-Sträussler-Scheinker (GSS). Sin embargo, existe una prionopatía humana que ha demostrado ser infecciosa, en concreto a través de transfusiones de sangre. Esta es la variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (vCJD).

La vCJD es una enfermedad priónica que presenta unos síntomas diferentes al resto de prionopatías y afecta principalmente a jóvenes de entre 20 y 30 años. Fue detectada por primera vez en 1996 en el Reino Unido. La aparición, durante esa década, de un gran número de casos de este nuevo tipo de CJD en personas tan jóvenes, sin antecedentes previos y sin ninguna mutación en el gen de la proteína priónica que pudiese explicar estos cuadros, hizo saltar todas las alarmas. El número de afectados iba rápidamente en aumento, y de los 11 pacientes diagnosticados en 1996 se pasó a 29 en el año 2000. En total, y hasta la fecha, 232 personas en 12 países diferentes han fallecido de vCJD. Pronto se relacionó esta enfermedad con la ingesta de carne de vacas afectadas por la Encefalopatía Espongiforme Bovina (BSE), también conocida como enfermedad de las vacas locas.

La BSE se había descrito en 1982, 14 años antes de la detección de los primeros casos de vCJD. De unos pocos miles de casos diagnosticados durante los años 80, se pasó a miles de casos mensuales en los 90. Durante el primer lustro de la década de 1990 se llegaron a detectar más de 30.000 casos al año. Siguiendo varias pistas, los investigadores llegaron a la conclusión de que esta enfermedad animal estaba relacionada con el uso de harinas cárnicas procedentes de vacas afectadas por BSE en la fabricación de piensos para el ganado rumiante. En un círculo vicioso, según más animales se iban infectando de BSE por la ingesta de estas harinas, la cantidad de priones presentes en estos piensos aumentaba y el número de animales enfermos crecía exponencialmente. Se implementaron diversas medidas para detener el avance de la epizootía (epidemia) de BSE, sobre todo en Reino Unido. Por ejemplo, se prohibió la alimentación de rumiantes con harinas cárnicas procedentes de animales de su misma especie (1988), la alimentación de cualquier rumiante con harinas cárnicas procedentes de vaca (1990) o el uso de vísceras de vaca en alimentación humana (1989). Estas medidas fueron efectivas y hoy en día la existencia de esta enfermedad se restringe a casos muy puntuales de animales que, en ningún caso, llegan a la cadena alimenticia animal o humana.

Acompañando a estos cambios en la legislación para regular la alimentación de los rumiantes, se adoptaron varias medidas complementarias, sobre todo a raíz de la relación entre la BSE y la vCJD, para evitar que la entrada de priones de BSE en la cadena alimenticia humana volviera a repetirse. Por ejemplo, en 1996 se prohibió el uso de cualquier harina cárnica en cualquier animal de granja (no solo rumiantes), así como la comercialización de cualquier producto procedente de vaca sacrificada con una edad superior a 30 semanas (la BSE se desarrolla en edades más avanzadas). También se promovió la creación de programas de vigilancia para todas las enfermedades priónicas, que hoy en día siguen en funcionamiento. En cualquier caso, el daño ya estaba hecho. Diferentes estimaciones apuntan que entre una de cada 2000 y una de cada 4000 personas en Reino Unido tiene priones procedentes de vacas infectadas con BSE en su organismo.

Como ya hemos comentado, en el año 2000 se alcanzó el mayor número de diagnósticos de vCJD en un solo año (29). A partir de ese año y gracias a las medidas tomadas hasta el momento, el número de casos comenzó a decrecer. De hecho, desde 2012 hasta la actualidad tan solo se han diagnosticado 7 casos de vCJD. Sin embargo, una serie de datos concernientes a estos últimos casos han activado de nuevo las alarmas en los sistemas de vigilancia. Sin embargo, para conocer bien el alcance del problema, primero tenemos que entender qué es un polimorfismo.

Un polimorfismo es una variante en un gen que ocurre naturalmente y que no está relacionada con la aparición de ninguna enfermedad o cambio importante en la funcionalidad del mismo. En el caso del gen de la proteína priónica humana existe principalmente un polimorfismo. Este se encuentra en la posición 129, pudiendo aparecer metionina (M) o valina (V) en esta posición. Dependiendo de si ambas copias del genoma tienen el mismo polimorfismo o no, podemos clasificar a los individuos como M129M (homocigosis) si ambas copias expresan el aminoácido metionina, M129V (heterocigosis) si una copia expresa metionina y la otra valina, y V129V (homocigosis) si ambas copias expresan valina. Al igual que en otras prionopatías, la existencia de este polimorfismo tiene una enorme importancia en el desarrollo de la vCJD. Hasta el año 2016, todos los casos diagnosticados de vCJD se habían producido en pacientes con el polimorfismo M129M en homocigosis. Sin embargo, ese año se diagnosticó el primer caso de un paciente M129V. Este dato es muy importante, ya que se ha relacionado directamente el largo periodo de incubación de la enfermedad, de hasta 25 años, con la existencia de este polimorfismo, lo que nos podría indicar que una segunda ola de casos de vCJD podría suceder en los próximos años. Por si esto fuera poco, también sabemos que en los pacientes de vCJD no solo encontramos priones en su sistema nervioso central, como en el caso de otras prionopatías, sino que se han podido detectar en otros tejidos, como el bazo, el apéndice, las amígdalas y la sangre.

Teniendo todo esto en cuenta, varios autores han firmado este mismo año una revisión científica resumiendo todos estos datos y alertando sobre el peligro que podría suponer la relajación de las medidas de vigilancia ante una posible segunda ola de vCJD en las próximas décadas. Conociendo el alto porcentaje de la población de Reino Unido que entró en contacto con priones de BSE a través de la ingesta de material infectado, la existencia de un caso de vCJD con el polimorfismo M129V, su largo periodo de incubación y la certeza de que esta enfermedad podría transmitirse por transfusiones de sangre, la vigilancia activa tanto de esta enfermedad como de la BSE no debería verse reducida en los próximos años. Además, los autores también alzan la voz ante la importancia de seguir investigando en el diagnóstico temprano de las enfermedades priónicas, puesto que un diagnóstico temprano podría permitir un mejor control de la posible diseminación de esta. También advierten los autores sobre dos nuevas enfermedades priónicas descritas en animales en los últimos años que podrían suponer un problema similar a la BSE en un futuro próximo, puesto que es desconocido su potencial infeccioso en humanos. Son la caquexia crónica en cérvidos (CWD) y la enfermedad priónica de los camellos (CPD), siendo especialmente preocupante la primera, ya que afecta a animales salvajes, a diferencia de la BSE y la CPD que únicamente afectan a animales en cautividad. Los animales infectados por CWD excretan priones infecciosos en la orina y las heces, y se sabe que pueden incluso contaminar el suelo y las plantas, haciéndolos infecciosos para otros cérvidos durante extensos periodos de tiempo. Esto, unido a su presencia en poblaciones de animales salvajes, la hace muy difícil de controlar y erradicar en las zonas donde se encuentra presente. En la actualidad se ha descrito en Norteamérica, Corea del Sur, Noruega, Suecia y Finlandia, aunque las características previamente mencionadas de la enfermedad hacen que sea muy probable su diseminación por otros países del norte de Europa en los próximos años.

Por último, los investigadores que firman la revisión proponen un modelo de sistema de vigilancia de las prionopatías humanas que incluya la obligatoriedad de informar al centro de control correspondiente por parte de los médicos ante un diagnóstico de prionopatía, así como la formación adecuada de especialistas en neuroradiología, genética, bioquímica y neuropatología para poder ayudar adecuadamente a los pacientes y a sus familiares.

Puede leer la revisión completa en inglés, aquí.