Autor: Miguel Ángel Pérez

Las enfermedades priónicas son clasificadas dentro del conjunto de demencias neurodegenerativas. Esta agrupación es muy heterogénea, dado que engloba patologías diferentes entre sí (enfermedad de Alzheimer, demencia fronto-temporal, enfermedad de Parkinson, y enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, entre otras) pero que en numerosas ocasiones presentan una sintomatología similar en ciertas etapas del curso de la enfermedad. Esta situación complica aún más un diagnóstico que es de por sí complejo debido a la naturaleza de estos desórdenes, siendo uno de los principales problemas de las enfermedades neurodegenerativas. Diversos grupos dedicados a la investigación de las enfermedades priónicas, como el que lidera el Dr. Llorens, centran sus esfuerzos en estudiar los niveles de distintos biomarcadores, con el objetivo de proporcionar un diagnóstico preciso antes de que aparezcan los primeros síntomas de la enfermedad.

Los biomarcadores son moléculas, principalmente proteínas, procedentes de distintas partes del organismo (por ejemplo, el cerebro o la médula espinal) y cuya detección en ciertos fluidos biológicos, como la sangre o el líquido cefalorraquídeo, puede ser de gran utilidad a la hora de establecer el diagnóstico de una enfermedad. En el caso de las enfermedades priónicas, la mayoría de estos biomarcadores se miden en muestras de líquido cefalorraquídeo de pacientes, que deben someterse a una punción lumbar para la extracción de dicho fluido. Este procedimiento es complicado e invasivo, por lo que realizarlo de manera periódica puede suponer un estrés añadido para el paciente. Por este motivo, cada vez se dedican más recursos a encontrar biomarcadores que se encuentren en la sangre, dado que el método de extracción es mucho más accesible e indoloro. Partiendo de esta premisa, el grupo del Dr. Llorens (Centro de Investigación Biomédica en Enfermedades Neurodegenerativas; CIBERNED e Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge; IDIBELL), presenta este estudio, en estrecha colaboración con el Centro Nacional para la Vigilancia de Enfermedades Priónicas de Göttingen (Alemania), en el que destacan dos proteínas presentes en el plasma sanguíneo como potenciales candidatas a biomarcador: la cadena ligera del neurofilamento (Nfl, del inglés, neurofilament light) y la proteína tau.

Investigaciones previas realizadas por otros laboratorios ya habían apuntado a estas dos proteínas como biomarcadores prometedores en sangre, y el estudio del Dr. Llorens y colaboradores así lo corrobora, mostrando el poder discriminatorio de Nfl y tau entre distintas enfermedades neurodegenerativas. Este grupo recogió numerosas muestras sanguíneas de pacientes que padecían Creutzfeldt-Jakob (CJD, del inglés, Creutzfeldt-Jakob disease) y de otros que sufrían diversas enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer, demencia fronto-temporal, párkinson o demencia vascular, además de muestras control procedentes tanto de individuos sanos como de pacientes con otras enfermedades neurológicas con y sin demencia. Utilizando un ensayo inmunológico ultra-sensible denominado Simoa® (Chimera biotec), fueron capaces de cuantificar los niveles de Nfl y tau en todas las muestras sanguíneas de las que disponían. Atendiendo a estas mediciones, observaron que ambas proteínas se encontraban en mayor cantidad en la sangre de pacientes con CJD en comparación con los controles y las muestras de pacientes con otras enfermedades neurodegenerativas. Aunque ambas proteínas fueron capaces de discriminar los casos de CJD, la proteína tau presentó una mayor especificidad en sangre que el biomarcador Nfl. Sin embargo, la proteína Nfl demostró tener una mayor precisión para distinguir los casos de CJD de los de alzhéimer esporádico, una de las enfermedades más parecidas al CJD en sus primeras etapas y, por tanto, una de las principales fuentes de diagnósticos erróneos. Por otra parte, los investigadores analizaron si existía alguna relación entre los niveles de estos biomarcadores y el aminoácido que ocupa la posición 129 de la PrP humana y que ha demostrado ser clave en la patogenia de las enfermedades priónicas. Mientras que no observaron cambios en la proteína Nfl, encontraron niveles de proteína tau elevados en los pacientes de CJD homocigotos (que presentan la información para codificar el mismo aminoácido en ambas copias de un gen) en metionina para la posición 129 de la PrP humana. Estos resultados demostraron que, aunque ambas proteínas pueden tener un potencial valor diagnóstico, también pueden ser utilizadas para discriminar en distintas situaciones.

Sin embargo, el verdadero interés de un biomarcador no es tanto su valor diagnóstico, sino su valor pronóstico, lo que permitiría detectar la enfermedad antes de la aparición de los síntomas. En ese caso, tras separar las muestras biológicas dependiendo de si el curso de la enfermedad había sido más corto o más largo que la media, detectaron una concentración aumentada de tau en los casos de CJD, revelando así la posible utilidad de la proteína tau como método predictivo de la enfermedad. Aunque los autores reconocen que este tipo de estudios basados en grupos de muestras recogidas a diversos tiempos de la enfermedad siempre presentan limitaciones, sobre todo en los casos de CJD debido al rápido curso de la enfermedad, resaltan la importancia de cuantificar nuevos marcadores proteicos en sangre, destacando el posible valor pronóstico de la proteína tau, animando al uso combinado de diferentes biomarcadores sanguíneos y colocando la primera piedra para posteriores futuros estudios que sirvan para cimentar un diagnóstico rápido y no invasivo de las enfermedades priónicas humanas.

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