Autor: Ezequiel González

A pesar de los constantes esfuerzos y avances que se realizan en la búsqueda de una terapia contra las enfermedades priónicas, hasta la fecha no se dispone de ningún tratamiento. Una de las estrategias que se está investigando hoy en día implica el uso de anticuerpos: moléculas producidas por nuestro organismo para combatir a los agentes patógenos, evitando su multiplicación. Este es el caso del estudio liderado por el Dr. John Collinge, del University College London Hospital. Este estudio, que utiliza un anticuerpo humanizado denominado PRN100 con el objetivo de bloquear el progreso de la enfermedad, se ha presentado varias veces en esta sección de noticias de la Asociación (noticia 1 y noticia 2 y noticia 3).

En este mismo contexto (la utilización de anticuerpos con potencial actividad anti-priónica), el grupo liderado por el Dr. Adriano Aguzzi, del instituto de Neuropatología de la Universidad de Zúrich, se ha lanzado a la búsqueda de auto-anticuerpos en humanos: anticuerpos producidos por nuestro propio organismo cuya misión es la de combatir a agentes patógenos propios (no procedentes del exterior). Un ejemplo de la presencia de agentes patógenos propios ocurre en aquellas personas que desarrollan una enfermedad priónica genética. La existencia y descubrimiento de estos auto-anticuerpos abriría una nueva vía en la investigación de este tipo de enfermedades, no solo a nivel terapéutico sino también para entender mejor la patogenia de las mismas, dado que también podría explicar por qué portadores con la misma mutación, incluso de la misma familia, desarrollan la enfermedad en tiempos muy diferentes.

Para comprender cómo podrían actuar estos auto-anticuerpos, hay que tener en cuenta que las enfermedades priónicas están causadas por la transformación de la proteína priónica celular “sana”, presente en la mayoría de las células del organismo, en una proteína priónica “patogénica”. En las prionopatías de tipo genético, esta conversión se debe a la presencia de mutaciones en la proteína “sana”, que facilitan su transformación en proteína “patogénica”. La hipótesis de partida de este enfoque es que este agente patógeno se produciría en etapas tempranas de la vida, estimulando las defensas del organismo mediante la producción de auto-anticuerpos diseñados para combatir la propagación de estos agentes y, como consecuencia, retrasando la instauración de la enfermedad durante décadas. La aparición de estos auto-anticuerpos podría explicar las diferencias existentes entre individuos que presentan la misma mutación genética (edad de aparición de la enfermedad, tipo de signos clínicos, duración de la enfermedad, etc.).

Todo ello, junto con las evidencias que indican que los anticuerpos dirigidos contra la forma “sana” son también capaces de reconocer la forma “patogénica”, es lo que ha llevado al equipo del Dr. Aguzzi a desarrollar este estudio. El objetivo principal fue determinar si las personas que presentaban una mutación que las hacía tener una mayor predisposición al desarrollo de la enfermedad producían de forma natural auto-anticuerpos dirigidos contra la proteína priónica.

Para ello, se utilizaron 124 muestras sanguíneas de individuos portadores de la mutación e individuos no portadores. Parte de las muestras incluidas en el estudio fueron donadas por miembros que asistieron a la “II Reunión de familiares afectados por una enfermedad priónica”, organizada por la Asociación Española de CJD, sin los cuales este estudio no habría sido posible.

Los resultados no fueron los esperados dado que, en general, se determinó que los niveles de anticuerpos en individuos portadores de la mutación e individuos no portadores (controles) eran similares, aunque no negativos. Además, dichos niveles también fueron similares en individuos portadores de la mutación que se encontraban en etapas previas a la enfermedad (pre-sintomáticos) y en individuos portadores de la mutación sintomáticos, en los que la enfermedad ya se había manifestado. Estos resultados parecen indicar que los auto-anticuerpos no tienen un efecto beneficioso o protector contra las enfermedades priónicas, siendo necesarias nuevas investigaciones que lo confirmen. Por último, también se concluyó que los niveles de estas moléculas no se ven afectados por signos específicos de la enfermedad en cada individuo, ni parecen ser responsables de la alta variabilidad en la edad de aparición de la enfermedad.

Los autores remarcan que es la primera vez que se lleva a cabo este tipo de estudio en humanos, haciendo hincapié en que estos resultados no son definitivos ni descartan la posibilidad de que estos auto-anticuerpos tengan un efecto beneficioso para los pacientes. Esto es debido a que la tecnología de la que disponemos hasta la fecha no permite una aproximación lo suficientemente certera a la realidad de las enfermedades priónicas humanas. Por tanto, los avances que se realicen en el futuro en este aspecto dejan una puerta abierta a la esperanza de estudiar más en profundidad y de forma más exhaustiva el efecto de estos auto-anticuerpos y su posible uso como terapia para esta devastadora enfermedad.

Enlace al artículo del estudio, aquí.